En estos tiempos cuando se habla de crisis en la educación, esparcida por muchos países y en donde aún no se halla cuáles son las causas fundamentales que generan esta problemática, es difícil ser piedra aislada a cualquiera estructura o inerte a una sociedad, la cual exige cada vez más una orientación perfecta.
El quehacer pedagógico debe ser, sin temor a equivocarme, una herramienta relevante en la construcción de una sociedad nueva o por lo menos vivible; por tal motivo se hace necesario o -mejor- urgente, la participación activa del docente en los diferentes espacios, en los cuales pueda actuar positivamente en pro de la educación.
El espacio principal del docente, como primera medida es el salón de clase. Ahí, con el mayor de los respetos, debe influenciar con el método perfecto para estimular el desarrollo integral en cada uno de los niños.
Es necesario recordar la particularidad o las individualidades del ser humano. No todos piensan iguales, no todos hacen lo mismo, no todos se quieren dejar educar. El niño, por lo general, su tendencia prioritaria es jugar. Interpretar su estado de ánimo e inducirlos al conocimiento o a su formación estructural como ser humano en potencia es un reto. Más cuando se desarrollan clases aburridas o salidas de todo contexto pedagógico. Las clases como elementos esenciales deben desarrollarse en espacios atractivos, limpios, donde el niño pueda interactuar cómoda y sanamente. La clase es dinámica, donde interactúan alumnos docentes en busca del conocimiento, de nuevas ideas, de la perfección del hombre. El niño debe sentir este accionar como propio; el maestro no debe hacerse sentir como el sabelotodo. La conversación se tornará aburrida cuando sólo hay un emisor actuando; pero si se conjuga receptor emisor la conversación se hace interesante y surgen muchos intercambios de ideas. Entonces, el niño sin darse cuenta ha construido sus conocimientos.
Como segunda medida, el docente debe estar en completa comunicación con los padres de familias o sus respectivos acudientes. Ellos son el eje por el cual se engrana la enseñanza aprendizaje del discente. Desconocer esta máxima, es desconocer la influencia de los padres hacia los hijos, la cual puede estar cerca al 80%. Es poco lo que se puede hacer por un niño cuando sus padres influyen negativamente o son un mal ejemplo (alcohólicos, drogadictos, prostitutas, irresponsables…) Sin embargo, cuando el docente descubre un caso semejante o cualquier otro, es menester prestar mayor atención al niño o ponerlo en mano de las autoridades competentes para aislarlo de la problemática circundante. Infinidades de problemas se descubren cuando el docente realiza visitas o actividades pedagógicas en el espacio del educando.
Por último, el espacio del docente en la sociedad. Es un tema demasiado amplio, con muchas concepciones, quizás albergue para escribir un libro; sin embargo, en este ensayo singulariza sólo el liderazgo que debe tener todo docente en su espacio. Aunque en las últimas décadas, se ha venido desmeritando su labor por cuestiones políticas y muchas ajenas a sus capacidades. Mas, no debe ser éste un motivo de preocupación, sólo el docente sabe si está realizando bien o no su trabajo. Hay infinidades de limitantes en el proceso enseñanza aprendizaje, los cuales pueden acarrear malos resultados. El docente debe circunscribir su acción a desempeñar bien su labor y por acto lógico adquiere un rol, el cual lo conlleva a ser líder en una sociedad; dando ejemplo de buenas costumbres: persona trabajadora, respetuosa y honrada. De él depende la credibilidad, el respeto y el cariño que la sociedad le manifieste en recompensa a tanto esfuerzo y sacrificio.
El quehacer pedagógico debe ser, sin temor a equivocarme, una herramienta relevante en la construcción de una sociedad nueva o por lo menos vivible; por tal motivo se hace necesario o -mejor- urgente, la participación activa del docente en los diferentes espacios, en los cuales pueda actuar positivamente en pro de la educación.
El espacio principal del docente, como primera medida es el salón de clase. Ahí, con el mayor de los respetos, debe influenciar con el método perfecto para estimular el desarrollo integral en cada uno de los niños.
Es necesario recordar la particularidad o las individualidades del ser humano. No todos piensan iguales, no todos hacen lo mismo, no todos se quieren dejar educar. El niño, por lo general, su tendencia prioritaria es jugar. Interpretar su estado de ánimo e inducirlos al conocimiento o a su formación estructural como ser humano en potencia es un reto. Más cuando se desarrollan clases aburridas o salidas de todo contexto pedagógico. Las clases como elementos esenciales deben desarrollarse en espacios atractivos, limpios, donde el niño pueda interactuar cómoda y sanamente. La clase es dinámica, donde interactúan alumnos docentes en busca del conocimiento, de nuevas ideas, de la perfección del hombre. El niño debe sentir este accionar como propio; el maestro no debe hacerse sentir como el sabelotodo. La conversación se tornará aburrida cuando sólo hay un emisor actuando; pero si se conjuga receptor emisor la conversación se hace interesante y surgen muchos intercambios de ideas. Entonces, el niño sin darse cuenta ha construido sus conocimientos.
Como segunda medida, el docente debe estar en completa comunicación con los padres de familias o sus respectivos acudientes. Ellos son el eje por el cual se engrana la enseñanza aprendizaje del discente. Desconocer esta máxima, es desconocer la influencia de los padres hacia los hijos, la cual puede estar cerca al 80%. Es poco lo que se puede hacer por un niño cuando sus padres influyen negativamente o son un mal ejemplo (alcohólicos, drogadictos, prostitutas, irresponsables…) Sin embargo, cuando el docente descubre un caso semejante o cualquier otro, es menester prestar mayor atención al niño o ponerlo en mano de las autoridades competentes para aislarlo de la problemática circundante. Infinidades de problemas se descubren cuando el docente realiza visitas o actividades pedagógicas en el espacio del educando.
Por último, el espacio del docente en la sociedad. Es un tema demasiado amplio, con muchas concepciones, quizás albergue para escribir un libro; sin embargo, en este ensayo singulariza sólo el liderazgo que debe tener todo docente en su espacio. Aunque en las últimas décadas, se ha venido desmeritando su labor por cuestiones políticas y muchas ajenas a sus capacidades. Mas, no debe ser éste un motivo de preocupación, sólo el docente sabe si está realizando bien o no su trabajo. Hay infinidades de limitantes en el proceso enseñanza aprendizaje, los cuales pueden acarrear malos resultados. El docente debe circunscribir su acción a desempeñar bien su labor y por acto lógico adquiere un rol, el cual lo conlleva a ser líder en una sociedad; dando ejemplo de buenas costumbres: persona trabajadora, respetuosa y honrada. De él depende la credibilidad, el respeto y el cariño que la sociedad le manifieste en recompensa a tanto esfuerzo y sacrificio.
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