ENSAYO
Las nefastas ideas de seguir contaminando el planeta entero de ideas absurdas y guerreristas ha contemplado la posibilidad de afirmar que el hombre no ha alcanzado el máximo de su desarrollo intelectual. O por lo menos, amerita lanzar la hipótesis de que la historia sólo nos sirve para seguir cometiendo los mismos errores a través de los tiempos, aunque se tenga claro divergir entre lo absurdo y lo sensato, el hombre aún no tiene claro cuál es su verdadera misión sobre la faz de la tierra. Un día habla de paz, en el otro le tira piedra al vecino como una cruel demostración de su demencia; para dónde va el mundo si quienes han tenido la posibilidad de llegar a un centro educativo y tener la dicha de ser “educados” divagan en un mar de estupideces al querer pretender dominar al mundo sin que se altere el orden natural de la existencia social de la humanidad. Es un irrespeto a lo intrínseco del hombre, a su condición social limitada a una cultura, a una región, a un clima, a un pueblo, a una nación; pero nunca a una sociedad global de oprimidos bajo el yugo de los dementes que solo buscan asolaparse en su afán de poder, olvidándose de la enseñanza de la historia, la cual manifiesta en muchos de sus apartes que la guerra nunca será el camino viable para alcanzar cualquier objetivo por muy noble o razonable que este sea. Millones de niños, mujeres y hombres yacen en las tumbas, millones de seres vivos desmembrados o mutilados por efecto aún de las bombas radiactivas y más un silogismo coyuntural propio de la naturaleza: me destruyes y te destruyo, simple y llanamente porque eres naturaleza. Si la naturaleza se sofoca sentirás el castigo de agonizar bajo la secuela del calentamiento global. Entonces, no vale la pena derrotar o dominar si siempre estará implícita la derrota divina del hombre, tanto inocentes como verdugos serán los paganos de la destrucción de la tierra.
La lucha de las clases, expuesta en primera instancia por Maquiavelo, Karl Marx, Rousseau, entre otros, es la causa más patente en la generación de conflictos en las diferentes esferas políticas de la humanidad. Pueblos organizados en busca de justicia pretenden cambiar el sistema que los oprime, generan revoluciones incomprensibles porque no tienen el conocimiento suficiente o están en diatriba de no saber cuál es la verdadera razón de sus pesares o sufrimientos. Entonces hay quienes cazan en río revuelto y aprovechan las desventuras para alcanzar el poder y hacer montar sus ideas revolucionarias poniendo en peligro el futuro de los pueblos al pretender montar nuevos sistemas sin escatimar las fuerzas para aferrarse al poder y arrastrar al abismo de la anarquía absoluta con el pretexto de cambiar. ¿Cambiar qué? Si solo se cambia los actores de la tragedia, y siempre la obra tendrá el mismo final: cruel y miserable. Los pueblos, en su mayoría, que han cambiado o hecho revoluciones, siguen sometidos a la misma miseria, o peor aún, devastados y huérfanos, sin ninguna esperanza porque ya no tienen en quién creer. Piensan que la solución está en cambiar el sistema político que los subyuga, pero nunca se han dado por entendido que lo primero transformarse debe ser el hombre, el cual debe despojarse de un solo tajo su vestidura egocéntrica de dioses terrenales para así poder manejar los destinos de una sociedad.
Con tantos problemas que solucionar y todavía hay en este mundo personas que no buscan soluciones sino acrecentar los miles de problemas existentes, y para colmo de los males son personas que parecen tener cierto grado de educación; pero a la hora de la verdad son simios con cierto grado de evolución como los humanoides de la prehistoria. Simios con poder se sientan en los tronos amenazando al vecino de hacerle la guerra porque no está de acuerdo con sus ideas absurdas.
Todo se puede perdonar, cambiar sistemas políticos y verter el mundo de pensamientos mezquinos, pero jamás y nunca atentar contra la naturaleza. Aún hay personas que piensan que el recalentamiento global es solo fatuos argumentos científicos, parlan chinería desbocada de quienes se dedican el tiempo en buscar soluciones a las necesidades del ser humano o hallar el remedio a tantas enfermedades agobiantes. Aliciente sería, si las preocupaciones científicas estén desvariadas y desarraigada; pero son lamentablemente una cruel, agobiante y patética realidad. Se sigue talando y quemando árboles, se forman desiertos cada día más vastos, se contaminan los ríos de productos tóxicos como arsénico, el plomo, el mercurio sin ningún control, manchas de especies acuáticas fallecen como consecuencia, quedando los ríos desolados a punto de ser desiertos de aguas contaminadas; la fauna cada día desaparece una especie porque el hombre no ha podido entender aún su gran compromiso con la naturaleza y consigo mismo, o está aletargado en su pensamiento, y solo despertará cuando la inmundicia de su ser toque fondo y aprecie en los platos los muslos de sapo porque no habrá alimento en la faz de la tierra que no esté contaminado, y solo se hallará anfibio de su propio medio.
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