MONOLOGO DE ISABEL VIENDO LLOVER EN MACONDO

Autor: Gabriel García Márquez.

Es la narración pormenorizada de una jornada invernal que duró cinco días lloviendo en Macondo. Después de un caluroso verano se presentó un fuerte invierno el cual lo inundó totalmente que hasta las sepulturas se reventaron, y los muertos se salieron a flotar en el cementerio. Era tan grande los estragos de la naturaleza que todo comenzó a salir por las calles: escombros y animales muertos, vacas enterradas dispuestas a no morirse por estar a acostumbradas a la vida. La iglesia estaba a punto de derrumbarse, el tren no había llegado porque los rieles desaparecieron, una mujer enferma desapareció y la hallaron enterrada en el traspatio metida en un barrial inmenso.

En la casa de Isabel las cosas cambiaron de lugar: las mesas estaban recostadas contra la pared, los muebles encima de ellas, los baúles y chismes encaramados en una especie de parapeto improvisado, las camas se rodaban de un lugar para otro para que no se mojaran por las goteras invisibles de la humedad.

El orden cronológico de las horas se desvarió y se volvieron incontables, el día parecía de noche y las noches se convirtieron en una especie de noches repetibles, los días desaparecieron confundidos unos con los otros, las comidas llegaron a destiempo porque no sentían hambre, los pordioseros nunca llegaron a la hora exacta cuando pedían limosna después de la siesta.

La temperatura no era fría ni caliente era de escalofrío, un escalofrió más que todo metido en los tuétanos y fibras musculares y nerviosas de Isabel, quien más bien se zambullo en un mundo fantasioso por los presentimientos de ser el final del mundo e imaginó el diluvio universal, porque cuando salió de su sonambulismo descubrió que el tren nunca había tenido ningún retraso, y espantada por su situación expresó: “Ahora no me sorprendería de que me llamaran para asistir a la misa del domingo pasado”.