El
cuento El Rastro de tu Sangre en la Nieve,
del escritor Gabriel García Márquez,
narra la aventura de dos adolescentes que se conocieron en circunstancias raras
como la de intentar violar a una desconocida, después resultando enamorados por
la vivacidad de la víctima que al ver la grandeza de aquel miembro viril no se
acongojó y mucho menos se asustó, sino
que afrontó con la gallardía y expresó a su atacante: “los he visto más grande y más
firmes, de modo que piensa bien lo que vas hacer, porque conmigo te tienes que
comportar mejor que un negro”, al verla con tanta seguridad, aquel hombre se
estremeció de pies a cabeza e hizo romper su mano contra la pared y así
desvanecer el ímpetu desordenado de sus perversiones, y luego entrar por la
amabilidad de la víctima, quien lo condujo a un hospital para curar su mano.
Desde ese momento entablaron una amistad y sintieron haberse conocido desde
antes, cuando aún eran muy niños, se recordaron compartiendo escuelas y
piñatas, y “al final aprendieron juntos hacer el amor de buena manera” “habían
progresado tanto en el amor que ya no le alcanzaba el mundo para otra cosa, y lo hacían en
cualquiera hora y en cualquiera parte, tratando de inventarlo otra vez
cada vez que lo hacían”
“amores furtivos” los hicieron en todas partes hasta en el retrete del
avión cuando iban hacia su luna de miel.
Nena
Daconte y Billy Sánchez de Ávila se casaron, se fueron a pasar la luna de miel
a Francia, no sin antes llegar a Madrid, en donde abordaron un convertible de
última generación, el cual mostraban a la misión diplomática con gran gallardía
y entusiasmo de las cosas nuevas, lujosas y caras. Pero Nena quiso mostrar aún
más, y se hizo pinchar el dedo cuando
recibía un ramillete de rosas, para poder exhibir el anillo de boda, valorado en una fortuna.
“--Lo
hice adrede –dijo— para que se fijaran en mi anillo”.
“Nena
Daconte se dio cuenta por primera vez de que el dedo estaba sangrando, cuando
abandonaron a Madrid en una tarde que se había vuelto diáfana después de la
tormenta.” Salieron rumbo a Paris, no sin antes pasar por Burdeos, Angulema,
Portier y el dique de Loira, que se encontraba inundado por la creciente.
Pasaron con tanta prisa, una prisa inconsciente del que no siente cansancio por
la novedad del convertible entre las manos de Billy. Llevaba once horas pegado al timón, y faltaban tres para
llegar a París. Mientras tanto, ella se
seguía chupándose el dedo, en un intento
para contener la sangre. Nena seguía derramando su vital líquido, y sin
preocuparse aún, se esforzaba por hallar soluciones pocas efectivas: se gastó
un rollo papel higiénico cubriendo la herida, dejó el brazo tendido por fuera
del auto porque estaba “convencida de que el aire glacial de las sementeras
tenia virtudes de cauterio”, sin conseguir ningún resultado. Entonces se le
ocurrió decir de una forma inocente y jocosa “si alguien nos quiere encontrar
será muy fácil”, “solo tendrá que seguir el rastro de mi sangre sobre la
nieve”. -Imagínate -dijo: -un rastro de
sangre en la nieve desde Madrid hasta Paris. “¿No te parece bello para una
canción?” No tuvo tiempo de volverlo a pensar, su dedo se convirtió en un
manantial, “entonces sintió que se le estaba yendo el alma por la herida”
Cuando
habían tirado numerosos pedazos de papeles a la carretera, cuando la ropa que
llevaba puesta, el abrigo, los asientos
del coche, se iban manchando de un modo
irreparable, Billy Sánchez se asustó. Entonces, salieron lo más rápido posible
en busca de un hospital, el cual lo hallaron después de sufrir miles de
peripecias y trancones acaecidos en la avenida del General Leclerc: “era un
nudo infernal de automóviles pequeños y motocicletas, embotellados en ambos
sentidos, y de los camiones enormes que trataban de llegar a los mercados
centrales”. A pesar de todo, lograron salir de aquel embotellamiento, con más
de una hora de retraso, lo cual atrasó la prontitud de la ayuda médica.
Llegando al hospital ella se sentía tan débil que
necesito la ayuda de Billy para salir del coche. Nena Daconte fue internada a
las 9:30 pm del martes 7 de enero,
quedando su compañero solo a la deriva sin saber para dónde coger. Sólo le
quedó dormirse en el coche hasta el día siguiente cuando volvió al hospital para
averiguar por la suerte de su compañero, entonces le dijeron que sólo se recibían
visitas los martes, faltándoles seis días para volverla a ver. Esos seis días se
le volvieron un infierno para Billy: se instaló en un hotel de una sola
estrella era tan incómodo que para poder estar en su habitación necesitaba
estar acostado. Sus incomodidades, sus penurias no terminaron ahí, salían a
borbotones como si el mundo se le fuera acabar, se sintió tan solo y lleno de
rabia por no poder llorar dentro de su propia soledad, tras de eso, lo multaron por dejar el coche mal parqueado,
lo golpearon por intentar meterse al hospital a la fuerza como lo hacía antes
en su época de cadenero salvaje en Cartagena. Cuando ya todo parecía terminar y
salirse de aquel mundo enredado para él, recibió el martes esperado, la fatal noticia: “Nena Daconte había muerto desangrada
a las 7:10 de la noche del jueves 9 de enero después de setenta horas de
esfuerzos inútiles de los especialistas
mejores calificados de Francia. Hasta el último instante había estado lúcida y serena,
y dio instrucciones para que buscaran a su marido en el hotel Plaza Athenéc,
donde tenían una habitación reservada, y dio los datos para que se pusieran en
contacto con sus padres. La embajada había sido informada el viernes por un
cable urgente de su cancillería, cuando ya los padres de Nena Daconte volaban
hacia París. El embajador en persona se encargó
de los trámites de embalsamiento y los funerales, y permaneció en
contacto con la Prefectura de Policía de París para localizar a Billy Sánchez.
Un llamado urgente con sus datos personales fue trasmitido desde la noche del
viernes hasta la tarde del domingo a través de la radio y la televisión, y durante
40 horas fue el hombre más buscado de Francia. Su retrato, encontrado en el
bolso de Nena Daconte, estaba expuesto por todas partes. Tres Bentleys
convertibles del mismo modelo habían sido localizados pero ninguno era el suyo.”
“De
modo que cuando Billy Sánchez, entró por
fin al hospital, el martes por la mañana, ya se había consumado el entierro en
el triste panteón de la Manga, a muy pocos metros de la casa donde ellos habían
descifrados las primeras claves de felicidad. El médico asiático que puso a
Billy Sánchez al corriente de la tragedia quiso darle unas pastillas calmantes
en la sala del hospital, pero él las rechazó. Se fue sin despedirse, sin nada
qué agradecer, pensando que lo único que necesitaba con urgencia era encontrar
a alguien a quien romperle la madre a cadenazos para desquitarse de su
desgracia”
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