domingo, 9 de junio de 2013

EL RASTRO DE TU SANGRE EN LA NIEVE


El cuento El  Rastro de tu Sangre en la Nieve, del escritor Gabriel García Márquez, narra la aventura de dos adolescentes que se conocieron en circunstancias raras como la de intentar violar a una desconocida, después resultando enamorados por la vivacidad de la víctima que al ver la grandeza de aquel miembro viril no se acongojó  y mucho menos se asustó, sino que afrontó  con la gallardía  y expresó  a su atacante: “los he visto más grande y más firmes, de modo que piensa bien lo que vas hacer, porque conmigo te tienes que comportar mejor que un negro”, al verla con tanta seguridad, aquel hombre se estremeció de pies a cabeza e hizo romper su mano contra la pared y así desvanecer el ímpetu desordenado de sus perversiones, y luego entrar por la amabilidad de la víctima, quien lo condujo a un hospital para curar su mano. Desde ese momento entablaron una amistad y sintieron haberse conocido desde antes, cuando aún eran muy niños, se recordaron compartiendo escuelas y piñatas, y “al final aprendieron juntos hacer el amor de buena manera” “habían progresado tanto en el amor que ya no le alcanzaba  el mundo para otra cosa, y lo hacían en cualquiera hora y en cualquiera parte, tratando de inventarlo otra vez cada  vez  que lo hacían”  “amores furtivos” los hicieron en todas partes hasta en el retrete del avión cuando iban hacia su luna de miel.
Nena Daconte y Billy Sánchez de Ávila se casaron, se fueron a pasar la luna de miel a Francia, no sin antes llegar a Madrid, en donde abordaron un convertible de última generación, el cual mostraban a la misión diplomática con gran gallardía y entusiasmo de las cosas nuevas, lujosas y caras. Pero Nena quiso mostrar aún más,  y se hizo pinchar el dedo cuando recibía un ramillete de rosas, para poder exhibir  el anillo de boda, valorado en una fortuna.
“--Lo hice adrede –dijo— para que se fijaran en mi anillo”.
“Nena Daconte se dio cuenta por primera vez de que el dedo estaba sangrando, cuando abandonaron a Madrid en una tarde que se había vuelto diáfana después de la tormenta.” Salieron rumbo a Paris, no sin antes pasar por Burdeos, Angulema, Portier y el dique de Loira, que se encontraba inundado por la creciente. Pasaron con tanta prisa, una prisa inconsciente del que no siente cansancio por la novedad del convertible entre las manos de Billy. Llevaba once  horas pegado al timón, y faltaban tres para llegar a París.  Mientras tanto, ella se seguía chupándose  el dedo, en un intento para contener la sangre. Nena seguía derramando su vital líquido, y sin preocuparse aún, se esforzaba por hallar soluciones pocas efectivas: se gastó un rollo papel higiénico cubriendo la herida, dejó el brazo tendido por fuera del auto porque estaba “convencida de que el aire glacial de las sementeras tenia virtudes de cauterio”, sin conseguir ningún resultado. Entonces se le ocurrió decir de una forma inocente y jocosa “si alguien nos quiere encontrar será muy fácil”, “solo tendrá que seguir el rastro de mi sangre sobre la nieve”. -Imagínate  -dijo: -un rastro de sangre en la nieve desde Madrid hasta Paris. “¿No te parece bello para una canción?” No tuvo tiempo de volverlo a pensar, su dedo se convirtió en un manantial, “entonces sintió que se le estaba yendo el alma por la herida”
                       
Cuando habían tirado numerosos pedazos de papeles a la carretera, cuando la ropa que llevaba puesta, el abrigo,  los asientos del  coche, se iban manchando de un modo irreparable, Billy Sánchez se asustó. Entonces, salieron lo más rápido posible en busca de un hospital, el cual lo hallaron después de sufrir miles de peripecias y trancones acaecidos en la avenida del General Leclerc: “era un nudo infernal de automóviles pequeños y motocicletas, embotellados en ambos sentidos, y de los camiones enormes que trataban de llegar a los mercados centrales”. A pesar de todo, lograron salir de aquel embotellamiento, con más de una hora de retraso, lo cual atrasó la prontitud de la ayuda médica.
 Llegando al hospital ella se sentía tan débil que necesito la ayuda de Billy para salir del coche. Nena Daconte fue internada a las 9:30  pm del martes 7 de enero, quedando su compañero solo a la deriva sin saber para dónde coger. Sólo le quedó dormirse en el coche hasta el día siguiente cuando volvió al hospital para averiguar por la suerte de su compañero, entonces le dijeron que sólo se recibían visitas los martes, faltándoles seis días para volverla a ver. Esos seis días se le volvieron un infierno para Billy: se instaló en un hotel de una sola estrella era tan incómodo que para poder estar en su habitación necesitaba estar acostado. Sus incomodidades, sus penurias no terminaron ahí, salían a borbotones como si el mundo se le fuera acabar, se sintió tan solo y lleno de rabia por no poder llorar dentro de su propia soledad, tras de eso,  lo multaron por dejar el coche mal parqueado, lo golpearon por intentar meterse al hospital a la fuerza como lo hacía antes en su época de cadenero salvaje en Cartagena. Cuando ya todo parecía terminar y salirse de aquel mundo enredado para él, recibió el martes esperado, la  fatal noticia: “Nena Daconte había muerto desangrada a las 7:10 de la noche del jueves 9 de enero después de setenta horas de esfuerzos inútiles  de los especialistas mejores calificados de Francia. Hasta el último instante había estado lúcida y serena, y dio instrucciones para que buscaran a su marido en el hotel Plaza Athenéc, donde tenían una habitación reservada, y dio los datos para que se pusieran en contacto con sus padres. La embajada había sido informada el viernes por un cable urgente de su cancillería, cuando ya los padres de Nena Daconte volaban hacia París. El embajador en persona se encargó  de los trámites de embalsamiento y los funerales, y permaneció en contacto con la Prefectura de Policía de París para localizar a Billy Sánchez. Un llamado urgente con sus datos personales fue trasmitido desde la noche del viernes hasta la tarde del domingo a través de la radio y la televisión, y durante 40 horas fue el hombre más buscado de Francia. Su retrato, encontrado en el bolso de Nena Daconte, estaba expuesto por todas partes. Tres Bentleys convertibles del mismo modelo habían sido localizados pero ninguno era el suyo.”
“De modo que cuando Billy  Sánchez, entró por fin al hospital, el martes por la mañana, ya se había consumado el entierro en el triste panteón de la Manga, a muy pocos metros de la casa donde ellos habían descifrados las primeras claves de felicidad. El médico asiático que puso a Billy Sánchez al corriente de la tragedia quiso darle unas pastillas calmantes en la sala del hospital, pero él las rechazó. Se fue sin despedirse, sin nada qué agradecer, pensando que lo único que necesitaba con urgencia era encontrar a alguien a quien romperle la madre a cadenazos para desquitarse de su desgracia”






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